Gérard de Nerval

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Gérard de Nerval (Francia 1808-1855):Poeta y ensayista francés nacido en Paris en 1808.
Huérfano desde muy pequeño, su infancia transcurrió en la campo de Valois al cuidado de su tío abuelo. Enviado a Paris desde 1814, estudió en el colegio Carlomagno donde se apasionó por la literatura alemana, especialmente por Goethe, de quien fue un excelente traductor.
Su obra "Aurelia" de 1855, puede considerarse como el punto de partida de la poesía surrealista. Entre otras de sus obras figuran, "Viaje al Oriente" en 1851, "Les Illuminés, ou les precurseurs du socialisme" en 1852 y "Las Quimeras" en 1854.
Aunque los últimos años de su vida fueron los más productivos, sufrió graves trastornos mentales que lo obligaron a permanecer por temporadas en hospitales psiquiátricos. Finalmente, agobiado por las deudas y la enfermedad mental, se suicidó en Paris en 1855.
El bueno siempre "enloquece" sin saber que es y muere sin saber que hacer.

Algunas Obras:

El desdichado

Yo soy el Tenebroso, -el viudo-, el Sin Consuelo,
Principe de Aquitania de la Torre abolida:
Mi única estrella ha muerto, y mi laúd constelado
lleva en sí el negro sol de la Melancolía.

En la Tumba nocturna, Tú que me has consolado,
devuélveme el Pausílipo y el mar de Italia, aquella
flor que tanto gustaba a mi alma desolada,
y la parra do el Pámpano a la Rosa se alía.

¿Soy Amor o soy Febo?.. Soy Lusignan o ¿Biron?
Mi frente aún enrojece del beso de la Reina;
he soñado en la Gruta do nada la Sirena...

He, doble vencedor, traspuesto el Aqueronte:
Modulando unas veces en la lira de Orfeo
suspiros de la Santa y, otras, gritos del Hada.


Anteros

Por qué en mi corazón hay tanta rabia, dices,
y en mi cuello flexible una cabeza indómita;
es porque yo provengo de la raza de Anteo
y hago volver los dardos contra el dios vencedor.

Yo soy de aquéllos, sí, que el Vengador alienta,
él me marcó la frente con su boca irritada,
bajo la palidez de Abel, llena de sangre,
lel rubor implacable de Caín tengo a veces!

Jehovah, aquél que, vencido por tu genio, el postrero,
del fondo del infierno gritaba: "¡Oh tiranía!"
es mi abuelo Belús o mi padre Dagón...

Tres veces me bañaron en las aguas del Cócito,
y, único protector de mi madre Amalécita,
siempre a sus pies los dientes del viejo dragón, siembro.


Era él, ese loco, el sublime insensato...

¡Era él, ese loco, el sublime insensato...
Ese Ícaro olvidado que escalaba los cielos,
ese faetón perdido bajo el rayo divino,
el bello Atis herido que Cibeles reanima!

El augur consultaba el flanco de la víctima,
la tierra se embriagaba de esa sangre preciosa...
El cosmos aturdido colgaba de sus ejes,
y el Olimpo un instante vaciló hacia el abismo.

"¡Dime!" gritaba César a Júpiter Ammón,
¿quién es el nuevo dios, que se ha impuesto a la tierra?
¿Y si acaso no es dios es un demonio al menos... ?

Mas se calló por siempre el invocado oráculo;
uno sólo en el mundo explicar tal misterio
podía: -el que entregó el alma a los hijos del limo.


Fantasía

Existe una tonada por la que yo daría
todo Mozart, Rossini y todo Weber,
una vieja tonada, languideciente y fúnebre
que me trae a mí solo sus secretos encantos.

Cada vez que la escucho mi alma se hace
doscientos años -es sobre Luis Trece-
más joven; y creo ver cómo se extiende
una ladera verde que amarillea el ocaso,

luego un alcázar de ladrillo y piedra,
de vidrieras teñidas de colores rojizos
ceñido de amplios parques y a sus pies un arroyo
que entre las flores corre;

luego una dama, en su ventana altísima,
rubia. con ojos negros. de vestimenta antigua,
que en otra vida acaso ya hube visto
y de la cual me acuerdo.


¡Hombre! pensador libre...

¡Y bien! Todo es posible.
Pitágoras

¡Hombre! pensador libre, crees que sólo tú piensas
en este mundo en que la vida estalla en todo:
de las fuerzas que tienes tu libertad dispone,
pero de tus consejos se desentiende el cosmos.

En las bestias respeta un espíritu activo...
cada flor es un alma abierta a la natura;
un misterio de amor en el metal reposa:
todo es sensible; ¡y todo sobre tu ser actúa!

Teme en el muro ciego una mirada espía:
a la materia misma un verbo está adherido...
No lo hagas servir para impíos menesteres.

Hay en el ser oscuro un Dios oculto a veces;
y, como ojo naciente cubierto por sus párpados,
un espíritu crece tras la piel de las piedras.

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